Muuuuuy triste.

Y mira que es difícil, porque yo siempre le encuentro el lado gracioso a todo... Pero esta novela me ha parecido tristísima. No obstante, está muy bien, y le daré cinco estrellas. Así que, si tienes intención de leerla, no sigas leyéndome a mí, que la voy a contar.
La trama está muy bien: una pareja de recién casados,Johnny y Clem, (aunque luego resulta que el matrimonio es de Hacendado porque el cura no los quiso casar y los casa el padre del novio), emprende un viaje de novios al estilo mochilero-perroflauta que tanto mola al sector "coleta". El viaje les lleva hasta Turquía, y allí se ponen a currar en el puerto (estibadores perroflautas, nuevo régimen especial de Seguridad Social). Los contratan para un trabajo un poco peculiar (tirar todos los muebles de un yatazo de lujo en alta mar), y a la vuelta los persiguen unos turcos mafiosos (el percal tiene tela... turcos y mafiosos).
Así que terminan por refugiarse en el barco de Frank, Annie y la hija de ambos, Imogen. Al principio todo muy bien. Frank es un mix entre Frank de la Jungla y Jorge Verstrynge, Annie es como Rosa León todo el día con la guitarrita cantando, y la hija... pues como las niñas del Internado. Claro, pero no todo son buenas noticias. Frank es un pedófilo que abusa de la hija, y previamente lo había hecho de otras. Annie está como una regadera, e intenta suicidarse cada dos por tres. Y la hija, pobreta, bastante tiene con unos padres así.
La cuestión es que el tal Frank, empieza a sorberle el seso (y otras cosas que no puedo poner por si alguien me lee en horario de protección infantil), y aquella no quiere más que estar con él, alejándose de su novio Johnny. Cuando Johnny se entera de lo nefasto que es Frank, piensa en cómo cargárselo, y se le ocurre un plan buenísimo.
Frank nada peor que una sartén, así que Johnny simula que una cuerda se ha enredado en la hélice del barco (en realidad la ha enredado él). Baja a quitarla, pero le pide a Frank que le ilumine con la linterna desde el bote salvavidas. Frank baja, sin remos porque para qué los quiere... y en un momento dado, Johnny le da una patada y envía el bote lejos del barco. Frank, que de nadar ni un pepino, se va a la deriva. Uno menos. Pero Annie no puede dejar que su marido quede a merced de las olas y los tiburones, y se tira al cabo del rato para ir en su busca. Dos menos.
Nos quedan los tortolitos y la niña del internado. La tortolita Clem, en un momento dado, reconoce que lo que le mola es el rollo perroflauta filosófico de Frank, y en el primer sitio que paran por provisiones, la tía se pilla el pasaporte y se larga. Nos quedan Johnny y la nena. Y Johnny, que sabe que no puede hacerse cargo de la niña, se la deja a unos curas de una iglesia. Ale, ya está él solo. Y él, todo remordimientos, decide hundir el barco y dejarse morir en alta mar. Pero, cuando ya estaba más allí que aquí, unos pescadores (lo típico), lo rescatan.
Lo dicho, no es lo que esperaba, pero está muy bien.